Hace años un pastor llegó a un pueblo para iniciar su labor en una nueva iglesia. A los pocos días de mudarse, fue a visitar a uno de sus feligreses. Como no tenía coche y vivía algo apartado del domicilio a visitar, decidió subir a un autobús.
Al sentarse al fondo del vehículo, descubrió que el conductor le había dado en el cambio unas monedas de más. Se quedó con las monedas en la mano, pensando para sí mismo, «Bah, olvídalo, son sólo unas monedas ¿A quién le importa una cantidad tan pequeña de dinero? Nadie va a echarla de menos. La empresa de autobuses recauda muchos millones. Acéptalo como un detalle de parte de Dios.»
Pero cuando llegó a su parada, antes de bajarse se detuvo y, en un impulso, decidió devolverle las monedas al conductor, diciéndole: «Tome, usted me dio este dinero de más en el cambio.»
El conductor, con una sonrisa de picardía le respondió, «Sé que usted es el nuevo pastor de la iglesia del pueblo. Dejé de asistir hace unos años, y he estado pensando en regresar. Quería ver qué hacía si yo le daba dinero de más en el cambio.»
Se bajó el pastor con una sacudida interior, pensando: «Dios mío, por poco vendo el testimonio de tu Hijo por unas monedas.»
Nuestras vidas serán la primera Biblia, y a veces la única, que algunos leerán.