Cierto pastor dijo que en su congregación había un hombre muy rico, que si éste hubiera sido pobre él le habría hablado acerca de la salvación de su alma, pero que él como pastor creía que sería presuntuoso hablarle de eso a dicho rico.
Un día uno de los miembros le preguntó al hombre rico: «Señor, ¿ha aceptado usted al Salvador?» Este hombre, conmovido, y con lágrimas en los ojos, respondió: «Agradezco a usted que me haya hecho esta pregunta. Durante mucho tiempo he estado muy preocupado por esto, y siempre pensé que el ministro algún día me hablaría de este importante asunto. ¡Cuánto he deseado que me hable de mi Salvador! Si me hubiera hablado, ¡yo podría haber tenido tranquilidad!»
Sigamos el ejemplo del Señor, quien a ricos y a pobres les anunció las buenas nuevas de salvación.