No hace falta que te eches de rodillas al suelo para poder orar. Pues de hecho, en todo lo que haces deberías orar y tener «puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.» (Heb. 12:2)
Orar es como respirar, como respirar constantemente el Espíritu Santo. ¡Mantente en todo momento en comunicación con el Señor, pensando en Él constantemente, y Él te ungirá y te guiará con Su Espíritu en todo lo que hagas! ¡Si oras por cada cosa que haces y le pides a Dios que te dé sabiduría, Él prometió que te la daría! (Stg. 1:5)
El Señor puede ahorrarte un montón de trabajo, problemas y tiempo si oras antes de comenzar cualquier tarea. Ora y pídele al Señor que te ayude y te guíe, aunque sólo se trate de una palabra: «¡Jesús, ayúdame, por favor!» Puedes orar en una fracción de segundo y recibir la respuesta a tu oración enseguida, pero si te apoyas en tu propia prudencia o en tu propia sabiduría ¡tal vez cometas un error lamentable!
De modo que «¡ora sin cesar!» (1 Tes. 5:17) Consulta todo con el Señor, cada problema, cada decisión, y asegúrate de estar haciendo lo que Él quiera que hagas. «¡Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas!» (Pro. 3:6)