Agua Viva

Los horticultores nos dicen que las plantas crecen con fuerzas en tierra bien humedecida en una profundidad de diez a quince centímetros. Entonces cuando llega el tiempo seco, las plantas logran sobrevivir mejor, aunque sólo reciban agua una vez a la semana. Además, regándolas en las horas del atardecer disminuye el factor evaporización que les quita humedad a las plantas. Una cosa es cierta, las plantas sanas que producen abundancia de hojas y hermosas flores y frutos exigen abundante agua aplicadas con cuidado a sus raíces. Los expertos dicen que el regadío ocasional aquí y allá causa más perjuicio que beneficio.

Así como las plantas llegan a tener sed, nosotros también la tenemos. Cuando la samaritana se encontró en el pozo con Jesús, Él le explicó que el agua física es temporal, pero el agua espiritual es eterna (Juan 4:13-14). Para llevar fruto, necesitamos el agua eterna de Jesús morando en nosotros. Si vamos siempre con prisa y solo leemos un versículo de la Biblia acá y allá, nuestras raíces permanecen superficiales y pueden marchitarse en la estación seca. Al pasar más tiempo a solas con Dios en oración y en la lectura y meditación de su Palabra, desarrollaremos el sustento interno para las pruebas venideras.

Cuando le permitimos a Dios que ponga su agua viva en nuestros corazones, no solo Él satisface nuestra sed espiritual, sino que también nos ayuda a crecer. Y a cambio, nosotros podemos ser fuentes para nutrir a otros.

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