Hace muchos años, cerca de la real residencia británica en la isla de Wight, había varias casas para los pobres y ancianos.
Un misionero, que un día visitaba a algunos ancianos, preguntó a una mujer: «¿Os visita alguna vez la reina Victoria?»
«Oh, sí -contestó- su Majestad viene a menudo a vernos.»
Después, pensando si la mujer sería cristiana o no, el misionero preguntó: «¿Os visita alguna vez el Rey de Reyes?»
La mujer inmediatamente sonrió y le contestó: «No señor, Él no nos visita, ¡alabado sea Dios! Él vive aquí. ¡Es por el que estamos tan ricamente bendecidos!»