¡Queridos hermanos!
El Evangelio de este domingo de Adviento (Lc 3,10-18) presenta nuevamente la figura de Juan Bautista y lo describe mientras habla a la gente que llega hasta el al río Jordán para bautizarse.
Dado que Juan, con palabras mordaces, exhorta a todos a prepararse a la venida del Mesías, algunos le preguntan: «¿Qué debemos hacer?» (v. 10, 12, 14).
Esto diálogos son muy interesantes y se revelan de gran actualidad:
1. La primera respuesta se dirige a la multitud en general. El Bautista dice: «Quien tenga dos túnicas, de una a quien no tiene ninguna, y quien tiene qué comer haga otro tanto» (v. 11). Aquí podemos ver un criterio de justicia, animado por la caridad:
La justicia pide superar el desequilibrio entre quien tiene lo superfluo y quien carece de lo necesario; la caridad empuja a estar atento al otro y a salir al encuentro de su necesidad, en vez de encontrar justificaciones para defender los propios intereses.
Justicia y caridad no se oponen, pero ambas son necesarias y se completan mutuamente. «El amor será siempre necesario, incluso en la sociedad más justa» porque «siempre habrá situaciones de necesidad material en las cuales es indispensable una ayuda en la línea de un concreto amor por el prójimo» (Enc. Deus caritas est, 28).
2. La segunda respuesta, que se dirige a algunos «publicanos», es decir recaudadores de impuestos para los romanos. Ya por esto los publicanos eran despreciados, y también porque a menudo se aprovechaban de su posición para robar. A ellos el Bautista no les dice que cambien de oficio, sino que no exijan nada más de lo fijado (cfr v. 13). El profeta, en nombre de Dios, no pide gestos excepcionales, sino sobre todo el cumplimiento honesto del propio deber. El primer paso hacia la vida eterna es siempre la observancia de los mandamientos; en este caso el séptimo: «No robar» (cfr Ex 20,15).
3. La tercera respuesta mira a los soldados, otra categoría dotada de un cierto poder, y por tanto tentada de abusar. A los soldados, Juan les dice: «No maltratéis y no extorsionéis a nadie; contentaros con vuestras pagas» (v. 14). También aquí la conversión empieza por la honestidad y el respeto de los demás: una indicación que vale para todos, especialmente para quien tiene mayor responsabilidad.
Considerando en su conjunto estos diálogos, impresiona la gran concreción de las palabras de Juan: dado que Dios nos juzgará según nuestras obras, es allí, en los comportamientos, donde hay que demostrar que se sigue Su voluntad. Justo por esto las indicaciones del Bautista son siempre actuales: también en nuestro mundo tan complejo, las cosas irían mucho mejor si cada uno observara estas reglas de conducta. Oremos entonces al Señor, por intercesión de María Santísima, para que nos ayude a prepararnos a la Navidad llevando buenos frutos de conversión (cfr Lc 3,8).
Palabras de Benedicto XVI en el Ángelus del domingo III de Adviento, 16 de diciembre de 2012