Se cuenta la historia de un pequeño perro que fue golpeado por un automóvil y echado a un lado de la carretera. Un médico, que justo estaba conduciendo por allí, notó que el perro aún vivía, así que detuvo su automóvil, recogió al perro y lo llevó a casa con él.
Descubrió que el perro había sufrido unas cortaduras y golpes de menor importancia. Reviviendo al perro, el médico limpió sus heridas, luego lo cargó hasta el garaje, donde tenía la intención de proveerle albergue temporal.
Sin embargo, el perro se soltó de sus brazos, brincó al suelo y salió corriendo. ¡Que perro más ingrato! -dijo el doctor para sí.
Le causaba alegría que el perro se recuperara tan rápido, pero estaba un poco molesto de que el animal mostrara tan poco aprecio por su suave y experto cuidado.
No pensó más sobre el incidente hasta la noche siguiente, cuando escuchó unos arañazos en su puerta delantera. Al abrir la puerta, encontró al pequeño perro que había cuidado. ¡A su lado había otro perro herido!
¡Ten buen ánimo! Puede que nunca veas la diferencia que haces en la vida de otra persona, o la diferencia que la persona pueda hacer en la vida de los demás, no obstante, aquellos con quienes compartes el evangelio nunca serán iguales.
Cuando entregas a Dios tu todo, te colocas en posición de recibir Su Todo.
Deja un comentario