Era Navidad y en el pueblo iban a hacer la representación del Nacimiento de Jesús. Todos estaban muy entusiasmados, querían que la obra fuera un éxito.
Los niños la iban a representar, pero entre ellos había un niño con problemas; quién sabe por qué causa, era más lento en aprender que los demás. El quería estar en la obra, y a la maestra le dio ternura verlo con tanta emoción que le dio un papel pequeño: el del posadero que rechazaba a la Virgen y a José porque la posada estaba llena.
El día de la obra, el teatro estaba a reventar, hasta había gente de pie. Y cuando llegaron a la parte en la que llegan José y María a la posada, donde este niño con problemas tenía que hablar, pasó algo inesperado.
José tocó la puerta y salió el posadero, y cuando ya los iba a rechazar, al ver a la joven pareja y sobre todo a la mujer, embarazada de quien iba a ser Nuestra Salvación, al niño se le llenaron los ojos de lágrimas y les dijo: «Pasen, pasen, la señora puede dormir en mi cama, que yo dormiré en el suelo.»
Hubo un silencio intenso en la sala y a mucha gente se le salieron las lágrimas. La obra fue un éxito, a pesar de que no fue fiel representación de lo que realmente pasó en esa noche de Navidad, pero sentimos que algo había cambiado en nuestras vidas, pues ese niño nos enseñó una lección de amor: en su inocencia nos enseñó que debemos Amar y ayudar a otros, no importa quiénes sean, porque somos Hijos de Dios y estamos aquí para hacer el bien, sin pedir nada a cambio.