Uno de los rituales de iniciación de hechiceras consistía en colocar a una novicia en un gigantesco saco, colgando de un árbol. Durante la noche entera, mientras danzaban, las hechiceras giraban los bolsos.
Esta costumbre surgió de repente, sin ninguna base en la Tradición Oral. Por eso, su validez es muy cuestionada. H. Muller, estudioso de magia, arriesga una explicación: «A medida que el saco iba girando, la novicia perdía el sentido de dirección. Ella intentaba quedar de pie dentro del saco, mas el suelo era flexible. El espacio era gigantesco, porque era oscuro; al mismo tiempo, era pequeño, porque su mano tocaba las paredes del saco. Así, eliminado por completo el sentido de tiempo y espacio, la novicia estaba más abierta para una nueva percepción de la realidad».