Cuando las preocupaciones te agobien y sientas que tu cuerpo ya no puede más, no te encierres en una idea solamente: desahógate, y piensa que en ese momento estás viviendo un instante de tu larga vida. Todos los problemas son circunstanciales y las circunstancias son igual que las olas: vienen y se van.
La felicidad espiritual no consiste en borrar de la mente las preocupaciones, ni obviarlas, la tranquilidad espiritual consiste en la búsqueda constante de soluciones para nuestros problemas.
No basta ni remotamente con cruzarte de brazos y hablar de ellos. Hay que enfrentarlos: o te vencen o los vences, y en esa lucha hay que trazar estrategias. No siempre el camino más fácil es el más indicado.
La vida nos ha enseñado que no hay nada imposible. Para vencer: ¡¡¡Lucha con toda tu alma!!!