Santo Tomás Moro era llevado hacia el cadalso, y al salir a la calle dice al guardián:
– Tráigame la capa porque hace frío.
– ¡Pero cómo, si os van a matar ya!
– Sí, es que yo doy la vida con gusto, pero lo que es una gripe sí no me quiero pescar.
Supo burlarse de sí mismo y colocar sus asuntos, su propia muerte, bajo la lente de lo absurdo. Y es que ante Dios, única realidad para la que merece la pena vivir, nuestra muerte tampoco es importante. Hay que tener el alma de un niño y tomar con fuerza la mano del Padre, para poder hacer bromas ante la propia muerte.