Cuando yo estuve en Israel visité una granja que usaba tractores modernos y trilladoras. En la proximidad, vi un pequeño campo en un valle donde un hombre estaba labrando la tierra utilizando un buey enganchado a un arado. Yo estaba intrigado de aquella vista y le dije a uno de los hombres de la granja: «¡Él está utilizando un animal y un arado antiguo y anticuado, pero su campo es tan perfecto como el de ustedes, y ustedes utilizan maquinaria moderna!»
El hombre me dijo: «¡El sistema de ese hombre es mejor que el mío! Él mantiene sus surcos completamente rectos. Al final del campo, él entierra unas pequeñas estacas y ata unas banderas rojas o blancas en ellas. Él fija sus ojos en el pequeño pedazo de tela hasta el final del campo mientras controla los movimientos del buey. Si él no utiliza esas estacas, sus surcos serían curvados».
Luego él dijo algo que lo puso todo en perspectiva para mí: «Aquellas pequeñas estacas se llaman ‘la marca'». Ese término me regresó 2000 años a esa misma área de Palestina donde Jesús había vivido. Entendí lo que Jesús quiso decir en Lucas 9:62: «Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios». Cuando usted pone su mano en el arado, debe poner sus ojos en la marca y no mirar a la izquierda, a la derecha o atrás de usted. Entonces usted dará en la marca de Dios para su vida.