Hay un programa de televisión en China que tiene una elevada repercusión mediática. En este momento televisivo, se entrevista a reos condenados a la pena de muerte, antes de cumplir con la máxima sentencia. Personas con nombre y apellido son puestas en pantalla pública y sometidas a preguntas muchas veces hirientes.
Es difícil con propuestas así aprender a perdonar. Sin embargo nosotros los cristianos tenemos un ejemplo antitético en Dios nuestro Padre. Si algo caracteriza al «Dios de los cristianos» es su misericordia. Sólo en Dios se pueden ver tantas muestras de amor infinito como el perdón que nos ofrece siempre y a todas horas. No sólo nos invita a perdonar setenta veces siete, sino que él mismo nos da el ejemplo: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».
Dios ha salido al encuentro del hombre, se hizo uno como nosotros. Y nos sigue acompañando, Él está disponible en el confesionario y en el sagrario, no tiene horario de trabajo. Dios es rico en misericordia como lo relata la hermosa parábola del hijo pródigo. Cada día se asoma a la ventana para ver si nos acercamos. Y cuando nos ve en la lejanía es Él quien sale al encuentro. Cuando apenas el alma atribulada hace un ligero movimiento de búsqueda de Dios, Él ya está ahí. Precisamente esta es la misericordia de Dios, que tenga siempre los brazos abiertos para acogernos de nuevo y siempre. Y el cristiano ha de imitarla con sus semejantes, perdonando sin excepciones, pero primero dejándose encontrar por Dios.
La misericordia es una virtud difícil de vivir, a veces incluso heroica, pero tiene una recompensa segura y eterna que ya Jesucristo explicó en el sermón de la montaña. La misericordia que recibimos es la de un Padre, por eso podemos estar seguros de que siempre habrá un lugar para nosotros en su Corazón y por supuesto en el cielo, siempre y cuando lo queramos obtener.