La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio (Génesis 8, 6), de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto (Éxodo 12, 40-41), de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto del Sinaí (Números 33, 40), de los cuarenta días de Moisés (Éxodo 24, 18) y de Elías (I Reyes 19, 8 ) en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública (Mateo 4, 2; Marcos 1, 3; Lucas, 4, 2).
En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo, y seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida terrena, seguido de pruebas y dificultades, que culminan o desembocan en un lugar o momento feliz. Es, por lo tanto, tiempo de prueba, de espera y preparación, para algo nuevo, mejor y mayor que nos espera y que alcanzamos.
Uno de los caminos, como el de los 40 días de Jesús en el desierto, es el desapego: de las riquezas, de los honores y de la fama vanidosos, y de los placeres desordenados.
Apegados a Jesús, obtenemos todo eso multiplicado y purificado, sin el desorden que implica la pasión y el deseo.
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