Estoy convencido que no a todos se nos han concedido todos los dones… tal pareciera que a Dios le encanta distribuirlos de manera que haya diversidad y variedad en medio de Su pueblo.
Hace años, mientras pastoreaba, el Señor me llevó a hacer a un lado mis limitaciones y complejos musicales y atreverme a dirigir a la congregación en la alabanza y la adoración. Sin desvalorar el talento que Él mismo ha colocado en otros, me di cuenta que aquello puede «embellecer» nuestra entrega pero que lo que la hace efectiva es un corazón rendido y humillado.
Lo mismo vale para todos los demás dones y talentos que el Salvador haya derramado sobre nosotros. Rindámoslos a Él y pongámoslo a Su servicio… y aunque a veces no parezca que llegamos a la altura de otros, en realidad no importará en lo que respecta a Aquel a quien lo rendimos.
Entonces, ¿por qué no aprovechar este fin de semana para reunirnos con otros muchos creyentes y levantar nuestras voces (aunque sea unos de esos desorejados y desafinados) y adorar a Quien merece toda alabanza?
Adelante y que el Señor haga brillar Su rostro sobre cada uno de ustedes.