El amor floreció en el corazón de la primera mujer, y la duda en la inteligencia del primer hombre, cuando amando el placer quisieron evitar el dolor.
Así sucedió. El engaño les dio a beber el néctar de la vida en copas plateadas, y ellos lo gustaron: era dulce como la miel en sus labios, pero terrible y amargo en sus entrañas. De este modo, quedaron seducidos para siempre.
Y a sus descendientes transmitieron un amor esclavizado por la duda, que desde entonces es la causa del rechazo a la verdad.
Padre José Alcázar Godoy