Vadeaba un perro un río llevando en su hocico un sabroso pedazo de carne. Vio su propio reflejo en el agua del río y creyó que aquel reflejo era en realidad otro perro que llevaba un trozo de carne mayor que el suyo.
Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para arrebatar el trozo a su supuesto compadre.
Pero el resultado fue que se quedó sin el propio y sin el ajeno: éste porque no existía, sólo era un reflejo, y el otro, el verdadero, porque se lo llevó la corriente.
Nunca codicies el bien ajeno, pues puedes perder lo que ya has adquirido con tu esfuerzo.
Esopo
Muy buen mensaje, al final se quedó si uno y sin el otro. 🙂
Por eso hay que aprovechar al máximo, lo que se tiene cuando se tiene.
😉