Dostoievsky, en una de sus novelas, describe una escena que tiene todos los visos de haber sido observada en la realidad.
Una mujer de pueblo tiene en brazos a su hijo de pocas semanas que le sonríe por primera vez. Profundamente conmovida, hace la señal de la cruz.
Y a quien le pregunta por qué hace eso, le contesta: «Porque lo mismo que una madre se siente feliz cuando ve la primera sonrisa de su hijo, así se alegra Dios cada vez que un pecador cae de rodillas y ora desde el corazón.»