Abraham Lincoln era un provinciano de humilde origen que fue creciendo hasta llegar a las cumbres del poder político. Durante los oscuros días de la Guerra Civil de los EE.UU., sirvió como un presidente compasivo y resuelto. La depresión y el sufrimiento mental fueron sus compañeros frecuentes. Sin embargo, el terrible sufrimiento emocional que soportó le llevó a recibir a Jesucristo por fe.
Lincoln le contó a una multitud en su pueblo natal en Illinois: «Cuando salí de Springfield, le pedí a las personas que oraran por mí; no era un cristiano. Cuando enterré a mi hijo, la prueba más dura de mi vida, no era un cristiano. Pero cuando vi las tumbas de miles de nuestros soldados, fue allí y entonces cuando me consagré a Cristo. Sí que amo a Jesús».
Las tragedias más dolorosas de la vida pueden llevarnos a una comprensión más profunda del Salvador.