En la noche de Navidad del año 1929, la señora Asunta, mamá de Santa María de Goretti, que estaba de sirvienta en una casa cural, sintió que tocaban a la puerta. Salió a abrir, y era Alejandro, quien había asesinado a su hija.
– «Señora, ¿me conoce?» -y bajó los ojos.
– «Sí, Alejandro, lo recuerdo muy bien.»
– «¿Me perdona?» -suplicó el pobre hombre, que llevaba en su rostro las huellas de 27 años sufriendo en la cárcel.
– «Sí, Alejandro. Dios lo ha perdonado. Mi hija también lo perdonó. ¿Cómo no lo voy a perdonar yo?»