Caracoles

Una grulla estaba vadeando en la corriente y buscando caracoles para comer cuando un hermoso cisne se posó cerca de ella. La grulla nunca había visto un cisne, por lo que preguntó: «¿Qué eres tú?»

«Soy un cisne» -fue la respuesta.

«¿Y de dónde viniste?» -inquirió la grulla.

«Del Cielo» -contestó el cisne, y con entusiasmo habló de una ciudad de oro puro con paredes de jaspe y puertas de perlas.

En ese momento, la grulla interrumpió diciendo: «Dime, ¿hay caracoles en el Cielo?»

«No, me temo que no.» -dijo el cisne.

«Entonces no me interesa ir…» -dijo la grulla decididamente. «Me gustan los caracoles.»

Algunas personas piensan como la grulla de esta fábula. Están tan enamoradas de las posesiones materiales que no aprecian las riquezas eternas de Cristo y todo lo que Él ofrece. Igual que el joven rico de Marcos 10, optan neciamente por las cosas de la tierra en vez de las maravillosas realidades del Cielo.

Si nunca has confiado en Cristo para salvación, puede ser que algún placer o posesión temporal te lo esté impidiendo. No permitas que nada te impida acudir al Salvador. Y después que hayas colocado tu fe en Él, pon «la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Colosenses 3:2). Comparadas con las glorias del Cielo, las mejores cosas de este mundo no son más que caracoles.

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