Cuando vemos esculturas en catedrales antiguas, imágenes que nos parecen absurdas, grabados en viejos libros de mitología, notamos que alguna cosa nos parece familiar. Y comprendemos, aún sin entender.
Para los pintores y escultores poseídos por la fe, era más importante transmitir un sentimiento que una idea. Dibujaban contrariando los padrones artísticos de la época, y osaban dividir su alma con otros. Aunque llamados ridículos o locos, sus creaciones siguen vivas hasta hoy.
No dá la menor importancia a lo que los otros dicen de usted. Nadie mejor que usted mismo para saber sus propias cualidades y limitaciones. Si usted se deja envenenar por la opinión ajena, está perdido.
Del libro «Maktub», de Paulo Coelho