Dios me pidió un poema sobre las bellezas de la Creación, y yo me puse a hablar de las cosas que Él creó.
Hablé del sol, y sentí sus manos calentándome.
Hablé de la luna, y sentí su brillo envolviéndome.
Hablé de la noche, y sentí sobre mí su manto de estrellas.
Hablé de todo lo verde del planeta, y sentí su soplo de esperanza.
Hablé de las aguas, y sentí su inmersión en el misterio de mi espíritu.
Hablé del cielo, y sentí que su azul me protegía.
Hablé del aire, y sentí su soplo divino renovándome.
Hablé de todos los seres, y sentí su presencia en cada forma viviente.
Y a Él le presenté todo lo que escribí: «Aquí está el poema que pediste, espero que apruebes todo lo que escribí.»
Y oí su respuesta: «Prosigue, aún no has hablado de ti.»
Cada uno de nosotros es una maravilla tan grande como el sol, la luna o las estrellas. Ellos son inertes, guiados por las reglas de la física y el espacio. TÚ, en cambio, eres único con la oportunidad de crear, aprender y adorar a Dios. No importa lo que te hayan dicho, eres de las más valiosas creaciones de Dios.