Un hombre entra en un bar con una boya bajo el brazo y una bolsa de plástico en la mano. Se dirige al camarero y le pide una copa. El camarero curioso le pregunta:
Oiga, ¿Me permite preguntarle que hace con esa boya?
Es que paseando por la playa me encontré esta bolsa de plástico, la abrí y ví una botella, la destapé y salió un genio que me concedió un deseo.
Venga hombre, que ya soy mayorcito para que me tome usted el pelo. Que si, hombre, mire se lo demostraré.
El hombre saca la botella, la destapa y aparece un genio muy solemne que le dice al camarero:
¡Te concedo un deseo, pide lo que quieras!
El camarero casi sin contener la emoción exclama: ¡Quiero que me des un millón de perlas! ¡Concedido!
Y al instante el bar aparece lleno de velas encendidas.
El camarero atónito exclama: ¿Y para qué coño quiero yo un millón de velas?
A lo que el visitante contesta: ¿Y para qué quiero yo una boya de 25 centímetros?
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