– «Lo que más me deprime es la absoluta vulgaridad de mi existencia. Jamás en la vida he hecho nada tan importante como para merecer la atención del mundo».
– «Te equivocas si piensas que es la atención del mundo lo que hace que una acción sea importante», dijo el Maestro.
Siguió una larga pausa.
– «Bueno, pero es que tampoco he hecho nada que haya influido en alguien, ni para bien ni para mal…»
– «Te equivocas si piensas que es el influir en los demás lo que hace que una acción sea importante», volvió a decir el Maestro.
– «Pero, entonces, ¿qué es lo que hace que una acción sea importante?»
– «El realizarla por sí misma y poniendo en ello todo el propio ser. Entonces resulta ser una acción desinteresada, semejante a la actividad de Dios.»
Del libro «Un minuto para el absurdo», Anthony de Mello