El Santo Rosario: Misterios Gozosos

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El Santo Rosario: Misterios Gozosos
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Misterios Gozosos

Los Misterios Gozosos los rezamos los Lunes y Sábados

 

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, Gloria al Hijo y Gloria al Espíritu Santo, Amén.

Primer Misterio Gozoso. La Anunciación del Ángel a María.

A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen, prometida de un hombre descendiente de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró donde ella estaba, y le dijo: «Alégrate, llena de gracia; el Señor está contigo». Ante estas palabras, María se turbó y se preguntaba qué significaría tal saludo. El ángel le dijo: «No tengas miedo, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Será grande y se le llamará Hijo del altísimo; el Señor le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».

María dijo al ángel: «¿Cómo será esto, pues no tengo relaciones?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño que nazca será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, tu parienta Isabel ha concebido también un hijo en su ancianidad, y la que se llamaba estéril está ya de seis meses, porque no hay nada imposible para Dios». María dijo: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel la dejó. (Lc 1,26-38)

La encarnación del Hijo de Dios.- El «sí» de María. Aquella jovencita de Nazaret no podía imaginarse que Dios la había elegido como Madre del Salvador. Por eso se sorprende del anuncio del ángel, que viene a decirle cuál es su vocación, lo que Dios espera de ella. Y María dice sí, un sí que va a cambiar la historia, porque en ese momento el Hijo de Dios se encarna en sus entrañas purísimas y empieza la redención.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.

Segundo Misterio Gozoso. La Visitación de María a Santa Isabel.

Unos días después María se dirigió presurosa a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno e Isabel quedó llena del Espíritu Santo. Y dijo alzando la voz: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Y cómo es que la madre de mi Señor viene a mí? Tan pronto como tu saludo sonó en mis oídos, el niño saltó de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que has creído que se cumplirán las cosas que te ha dicho el Señor!». (Lc 1,39-45)

La Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel.- María siempre dispuesta a servir. Cuando María se entera de que su prima Isabel la necesita, porque es ya mayor y está esperando un hijo, no lo duda un momento, se pone en camino para prestarle su ayuda. No repara en que está lejos, en que tiene que cruzar los montes, porque las dificultades quedan allanadas por el amor. Y acude donde sabe que la necesitan.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.

Tercer Misterio Gozoso. El Nacimiento de Jesús.

Por aquellos días salió un decreto de César Augusto para que se empadronara todo el mundo. Éste es el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Todos iban a empadronarse, cada uno a su ciudad. También José, por ser descendiente de David, fue desde la ciudad de Nazaret de Galilea a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, para empadronarse con María, su mujer, que estaba encinta. Mientras estaban allí se cumplió el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada. (Lc 2,1-7)

El Nacimiento del Hijo de Dios en Belén.- María da a luz al Salvador. Los hombres le cierran las puertas al Hijo de Dios, que va a nacer en un portal, en pobreza extrema. María no se queja, sabe que lleva en sus entrañas la salvación del mundo, y acepta con gozo, humildemente, la voluntad de Dios. Y en una noche fría se deja calentar por el cariño de José y el calor de unos animales.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.

Cuarto Misterio Gozoso. La Presentación en el Templo.

Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para ofrecerlo al Señor, como está escrito en la ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor, y para ofrecer el sacrificio según lo ordenado en la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones. (Lc 2,22-24)

La Purificación de Nuestra Señora.- Toda pura es María. María es Inmaculada, no hay en ella mancha alguna de pecado, porque Dios ha querido llenarla de todas las gracias. Ella que es Virgen y Madre, se acerca al templo para su purificación: no le importa someterse a las leyes de los hombres que no tenían vigencia para ella. Y en su humildad quiere mostrarnos el valor de la pureza.

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.

Quinto Misterio Gozoso. El Niño Jesús hallado en el Templo.

Sus padres iban todos los años a Jerusalén por la fiesta de la pascua. Cuando tuvo doce años, fueron a la fiesta, como era costumbre. Terminada la fiesta, emprendieron el regreso; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres se dieran cuenta. Creyendo que iba en la caravana, anduvieron una jornada, al cabo de la cual se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén en busca suya. A los tres días lo encontraron en el templo sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles.

Todos los que le oían estaban admirados de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, se quedaron maravillados; y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando muy angustiados». Les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme en los asuntos de mi Padre?» Ellos no comprendieron lo que les decía. (Lc 2,41-50)

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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