La pequeña locomotora que sí pudo

Oí por primera vez la maravillosa historia de «La pequeña locomotora que sí pudo» cuando tenía unos diez años de edad. De niño me fascinaba este relato porque los vagones del tren estaban llenos de animales, de payasos de juguete, de cortaplumas, de rompecabezas, de libros y de cosas deliciosas para comer. Sin embargo, la máquina que tiraba del tren se estropeó al comenzar a subir la montaña. El cuento dice que llegó una locomotora grande de un tren de pasajeros y que, cuando se le pidió que tirara de los vagones para pasar la montaña, se negó porque no quería rebajarse y tirar de un tren pequeño. Pasó otra locomotora, pero tampoco quiso rebajarse a ayudar al pequeño tren porque era una locomotora de carga. Se acercó una locomotora vieja, pero no quiso ayudar porque, dijo: «Estoy muy cansada… No puedo. No puedo. No puedo».

Entonces, una pequeña locomotora azul pasó por la vía y también se le pidió que tirara de los vagones hasta el otro lado de la montaña, donde se encontraban los niños. La pequeña locomotora respondió: «No soy muy grande… y sólo me utilizan para cambiar los vagones de la estación. Nunca he pasado la montaña». Pero le preocupaba que los niños que se encontraban al otro lado se desilusionaran al no recibir las cosas hermosas que había en los vagones; por lo que dijo: «Creo que puedo. Creo que puedo. Creo que puedo». Y se enganchó al pequeño tren. «Piiiiiii. Chucu, chucu, hizo la Pequeña Locomotora Azul. ‘Creo que puedo. Que puedo. Que puedo. Que puedo. Que puedo. Que puedo. Que puedo’ «. Con esa actitud, la pequeña locomotora llegó a la cima de la montaña y comenzó a descender hacia el otro lado diciendo: «Sabía que podía. Sabía que podía. Sabía que podía. Sabía que podía. Sabía que podía. Sabía que podía».

En ocasiones se nos llama para que nos esforcemos y hagamos más de lo que pensamos que podemos hacer. Al igual que «La pequeña locomotora que sí pudo», debemos permanecer en la vía correcta y cultivar nuestros talentos. Para permanecer en la vía correcta, debemos honrar y sostener a nuestros líderes del sacerdocio.

Espero que no seamos como la gran locomotora del tren de pasajeros, demasiado orgullosos para aceptar las asignaciones que se nos den. También espero que no seamos como la locomotora de carga, que no estaba dispuesta a hacer «la milla extra», que es el servir.

Espero que todos seamos como «La pequeña locomotora que sí pudo». No era muy grande, sólo se había utilizado para cambiar los vagones y nunca había pasado una montaña, pero estuvo dispuesta. Esa pequeña locomotora se enganchó al tren que había quedado detenido, subió hasta la cima de la montaña jadeando y la bajó dando resoplidos y diciendo: «Sabía que podía». Cada uno de nosotros debe subir montañas que nunca ha escalado antes.

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