Buen anuncio

Un ladrillero puso un anuncio que decía: «Se necesita un joven». Se presentó luego uno que preguntó:

– ¿Cuánto paga?

– Diez pesos por semana y alimentos -replicó el hombre.

– ¿Qué clase de alientos? -inquirió el muchacho.

– Bueno -balbuceó el corpulento fabricante con buen humor-, son los que yo como.

– ¡Déme el empleo! -se apresuró a decir el joven sonriendo, y mirando atentamente al hombre gordo.

Este cuento fue tomado de una revista de humor, pero tiene su lección. La apariencia del fabricante de ladrillos fue el mejor anuncio acerca de los alimentos que daba a sus empleados.

Si tú y yo rogamos a alguien que sea cristiano, mirará los resultados que ha hecho el Evangelio en nuestras vidas, y dirá «¡Quiero el empleo!», o… «No, no lo quiero».

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