Lo grande de los detalles

No debemos pensar que la felicidad está en los grandes acontecimientos. Hay que rastrearla en esas pequeñas luces que se encuentran y se desperdigan en los detalles. Por ejemplo, en el trabajo, a lo mejor no podemos aspirar hoy a grandes logros, porque quizá no se presente la ocasión, pero sí podemos esperar o pronunciar una palabra inteligente, un diminuto detalle que produce alegra y que no se esperaba. Todo eso es la pequeña llave del detalle, que abre más corazones de lo que imaginamos.

Lógicamente, lo grande de los detalles no es su valor material. Cuenta Hebbel con ironía la historia de aquel hombre que, estando hundiéndose en el mar, recibió la ayuda de un desconocido que le tiró una tabla a la que pudo agarrarse y salvar así su vida. Y añade que el recién salido de las aguas se dirigió a su salvador y le preguntó que cuánto costaba la madera de la tabla, porque quería pagársela y, así, agradecérsela. ¡Como si su salvador le hubiera regalado una madera y no la vida!

Hemos de poner creatividad e ingenio para estar en los detalles. La vida tiene, en cierta forma, una dinámica acumulativa: los cambios conducen a otros cambios, la mejora estimula a otras mejoras. Al avanzar, podemos caminar paso a paso, pero debemos ser constantes. Un pequeño detalle, visto retrospectivamente tiempo después, ha dado lugar a progresos importantes. Un pequeño cambio de dirección en el largo viaje de la vida, marca una diferencia cada vez mayor con el paso del tiempo: un resultado final muy diferente, aunque la diferencia inicial fuera casi imperceptible.

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