Porque yo vivo, vosotros también viviréis

La vida de los creyentes es tan segura como la del mismo Jesús. Con la misma seguridad en que vive la cabeza, vivirán los miembros. Si Jesús no ha resucitado de los muertos, estamos muertos en nuestros delitos, mas porque ha resucitado, los creyentes han resucitado también en Él. Su muerte ha borrado todas nuestras rebeliones y desatado los lazos que nos tenían sujetos a la sentencia de muerte. Su resurrección prueba nuestra justificación: hemos sido absueltos, y el Señor nos dice: «Jehová ha redimido tu pecado: no morirás».

Jesús hace que la vida de los suyos sea tan eterna como la suya. ¿Cómo pueden morir mientras Él vive, siendo una sola cosa con Él? Jesús ya no muere, y la muerte no tiene dominio alguno sobre su persona, por eso sus hijos ya no volverán al sepulcro de sus viejos pecados, sino que vivirán para el Señor en novedad de vida. ¡Oh, creyente!, cuando te halles en gran tentación y temas caer en manos de tus enemigos, consuélate con estas palabras. Nunca perderás la vida espiritual porque está escondida con Cristo en Dios. No dudas de la inmortalidad del Señor; por tanto, no pienses que te dejará morir estando como estás unido con Él. La razón de tu vida es su vida, de la cual no debes temer. Descansa, pues, en tu Señor viviente.

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