La adulación no conduce a ninguna parte

Una joven fue al hospital a visitar a su abuelito de 84 años de edad. Al abrir la puerta quedó aterrada por lo que vio. Los ojos del anciano estaban en blanco, su lengua completamente de fuera y su rostro contrariado en un horrible gesto.

Sobresaltada, la muchacha tartamudeó: «¿Por que estas haciendo esa cara tan espantosa? ¡Te ves horrible!»

El abuelo sonrió y le dijo: «Mi querida niña, ya estoy tan cansado de que toda la gente me diga que tengo muy buen semblante, así que decidí hacer algo para que el siguiente visitante me dijera con franqueza que me veo muy mal. ¡Y vaya que salió bien!»

Hay una enorme diferencia entre estímulo y adulación: uno es sincero, la otra no lo es. Estimular a una persona tanto moral como físicamente puede ayudarla a mejorar. Adularla puede retrasar, si no detener por completo, cualquier esfuerzo que haga por mejorar.

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