No hay que preocuparse únicamente por el principio y el fin

Roberto preguntó un día a su mamá si es cierto que antes de nacer fuimos polvo.

«Pues yo creo que sí», le respondió ella.

«¿Y es cierto que nos convertimos en polvo después de morir?»

«Sí, mi vida», le dijo su mamá.

«Entonces», dijo Roberto, «debajo de mi cama hay alguien que bien va a nacer o ya se murió.»

La vida está comprendida entre nacer y morir.

Vivir no significa únicamente alimentarse y cuidar nuestro organismo para que nos sostenga desde la cuna hasta la tumba, sino sobre todo cuidar nuestras almas.

Dios espera que cuidemos de nuestro cuerpo que es la casa del alma. Pero el sentido común nos obliga a prestar mayor atención a esa parte de nosotros que vivirá eternamente, mucho después de que el cuerpo se haya convertido en polvo.

Deja un comentario