Cuento gracioso

Hace algún tiempo escuché este gracioso cuento:

Estaba Jesús con sus discípulos camino a orar al monte y el les dice: «Tomen una piedra y síganme.»

Entonces todos toman una piedra de un tamaño regular, ni muy grande ni muy pequeña, pero hubo uno, Judas, que tomó una piedra muy muy pequeña, y se fue jugando en el camino, mientras todos los otros se esforzaban con sus piedras obedeciendo a Jesús.

De pronto, Jesús dice: «Hermanos, tomen las piedras, porque ha llegado la hora de almuerzo, sus piedras se convertirán en pan.». En ese momento Judas estaba enojadísimo, porque apenas tenía una miga de pan, mientras los otros se saciaban con sus panes enormes.

Al día siguiente, antes de salir a caminar, Jesús vuelve a decir lo mismo, y Judas tomó una piedra que apenas podía cargar. Sudó todo el camino, su espalda quedó molida con aquel peso, mientras los demás sólo tomaron una piedra del tamaño similar a la anterior.

Entonces se hacía tarde, y Judas le dijo a Jesús: «¡Maestro! Ya es hora de almorzar… ¿verdad?». A lo que Jesús contesta: «Sí, es cierto Judas, llegó la hora de almorzar, tomen sus piedras…».

En ese momento a Judas le brillaron los ojos, pues estaba listo a recibir su pan, pero cuál fue su sorpresa, al escuchar a Jesús decir: «Pueden tirar las piedras… ¡Hoy yo les traje un banquete!»

Pero si ponemos un poco de atención, esto también nos deja bastantes enseñanzas, sobre todo a los flojos, a los interesados, a los ambiciosos, a los impacientes y a los que se desesperan luchando con sus fuerzas, y no confían en que los propósitos de Dios son más hermosos. Si nos reímos, ¿será porque posiblemente nosotros hubiéramos hecho lo mismo que Judas?

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