Para ser santo

Un labriego le rogó a un sabio ermitaño que le mostrara el camino que tenía que seguir para alcanzar la santidad en medio del ajetreo cotidiano. Estas fueron las sencillas y elocuentes palabras del anacoreta:

Labre usted los campos con amor. Recoja las cosechas con alegría y gratitud. Trate a todos con afecto. Compórtese en su casa con la misma delicadeza y amabilidad con que trata a los amigos y desconocidos. Sea usted tan puro, noble y directo como los pinos, hayas y robles de sus bosques.

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