De la tortuga

Claudia Martins vino a servir nuestra mesa, en un café en San Diego, California. Conocí a Claudia en Brasil hace cuatro años, y le contó a los amigos la vida que estaba llevando en los Estados Unidos: dormía apenas tres horas, pues trabajaba en el café hasta la madrugada, y era baby-sitter, durante al día entero. «No sé como aguanta», dijo alguien.

«Existe un cuento budista sobre una tortuga…», respondió una argentina en nuestra mesa. «Ella caminaba por un pantano, sucia de barro, cuando pasó delante de un templo. Allí vio un caparazón de tortuga todo adornado de oro y piedras preciosas. ‘No te envidio, antigua amiga’, pensó la muchacha, ‘Tú estás cubierta de joyas, pero yo estoy haciendo lo que quiero’.»

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