Las manos

Pío IX había mandado levantar planos y hacer presupuestos para las reparaciones de la Basílica de San Pedro. Cuando se presentó el arquitecto con ellos, llevó consigo a un niño.

Encantado el Papa con el trabajo, llevó al niño a su escritorio y abriendo un cajón lleno de monedas le dijo:

– Toma un puñado y dalo a tu padre por su trabajo.

– Santo Padre, respondió el niño, sacad vos mejor, pues tenéis la mano más grande.

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