Un samaritano en el supermercado

«¡Puaj!», pensó. «¿Cómo es que nadie se ocupa de ese niño?» Deliberada y detenidamente pasó alrededor de él, mirando al piso con desaprobación. El chiquillo había hecho un desastre en la entrada de la tienda donde entró a comprar pan.

Le chorreaba helado de chocolate por los brazos, las rodillas y los pies. También tenía helado en la ropa. A su alrededor había helado derretido en la ardiente acera. Trocitos de chocolate estaban adheridos a su pelito rubio.

Entró y compró el pan. No dejaba de observar al niño, molesta de ver cómo se chorreaba de helado. ¿Dónde estaba su madre? ¿Cómo es que nadie se hacía cargo de él?

Una vocecilla en mi interior sugirió: «¿Por qué no lo haces tú?»

Deseché la idea. Tenía dos niños en casa y ya limpiaba a diario bastantes caritas sucias. ¿Como para encima tener que hacerme cargo de ese niño!

En ese momento entró un repartidor a la tienda. Me di cuenta enseguida por su camisa de color rojo vivo. Tras entregar el producto, pidió a la cajera una toalla de papel. Comprendí de inmediato para qué la quería y me pesó no haberla pedido yo. Pensé en cuántas personas habrían pasado junto al chiquillo y se habrían limitado a mirarlo con ceño fruncido.

El repartidor volvió afuera. Se agachó y con suavidad, casi de manera juguetona, limpió las manos y el rostro del niño. Mientras le hablaba amistosamente, el chiquillo prorrumpió en una amplia y pegajosa sonrisa.

En realidad, el repartidor no limpió a fondo al niño, como lo habría hecho una madre. Esta, probablemente, habría mojado la toalla y restregado con energía y concentración. Me alegré de que no hubiera sido una madre la que se detuvo a limpiar al niño.

El repartidor no le dio mayor importancia. Arrojó la toalla a la papelera, volvió a su camión, se despidió agitando la mano, tocó la bocina y se fue.

Al marcharme con el pan, miré de nuevo al niño. Todavía estaba un poco pegajoso, pero cuando me sonrió, le devolví la sonrisa y le dije «hola». Ese día adquirí en la panadería mucho más que pan.

Marion Bond Westhist

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