La Prisión de la Necesidad

La prisión de la necesidad. ¿Ha visto sus prisioneros? Tienen «necesidad». Siempre necesitan algo… Quieren algo más grande… Más hermoso… Más rápido… Más delgado. Necesitan.

No es mucho lo que necesitan. Sólo quieren una cosa: Un nuevo trabajo…. Un nuevo automóvil… Una nueva casa… Una nueva esposa… No quieren mucho.. Sólo una cosa.

Con sólo «una cosa» serán felices. Y tienen razón: serán felices..

Cuando tengan «una cosa» saldrán de la prisión. Entonces sucede algo: El olor a carro nuevo se desvanece… El nuevo empleo se envejece… Los vecinos compran un televisor más grande… La nueva esposa tiene malos hábitos. La chispa se esfuma, y antes que usted se dé cuenta, otro ex-convicto quebranta su palabra y regresa a la prisión.

¿Está usted en la prisión? Sí, si se siente mejor cuando tiene más y peor cuando tiene menos. Sí, si su gozo está a una entrega de distancia, a un traslado de distancia, a un premio de distancia o a una renovación de distancia.

Si su felicidad procede de algo que deposita, conduce, bebe o come, reconózcalo: usted está en una cárcel, la cárcel de la necesidad.

Esa es la mala noticia.

La buena es que tiene una visita. Y su visita tiene un mensaje que puede darle la libertad. Vaya a la sala de visitas. Tome asiento, y vea al otro lado al salmista David. Le hace señas para que se incline hacia él.

«Tengo un secreto que contarte», susurra, «el secreto de la satisfacción: ‘El Señor es mi pastor; nada me faltará’ (Salmo 23.1)»

David ha encontrado los pastos donde va a morir el descontento. Es como si dijera: «Lo que tengo en Dios es más grande que lo que no tengo en la vida».

Del libro «Aligere su equipaje», de Max Lucado

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